La posibilidad ingenua en los años que siguieron de la transición 90´s - 2000´s, cuando la esperanza se percibía como posibilidad(al menos en la escena); fue en ese entonces cuando comencé a ir a las fiestas. La euforia adolescente que redefinió mi acercamiento a la música como cultura, cuando pensé que había encontrado un camino para comprender el mundo; fue la que me llevo a diversas experimentaciones sobre el sentido de asistir a las fiestas. Para ese entonces se había reproducido más ampliamente una moda característica, en la que era difícil comprender hasta que punto se estaba siendo parte de algo nuevo y en que otro, no era mas que una vuelta a la comercialización banal de lo mismo. La música que circulaba se mantenía codiciada por los que ya contaban con una conexión internet, menor era el número de los que podían adquirir los aún provocadores objetos físicos llamados discos; la piratería más que una práctica de lucro desmedido, fue casi el único medio que muchos tenían para poder escuchar música nueva. La posibilidad que implicaba tener discos quemados era (y sigue siendo para muchos sectores de la población) un puente de acceso a distintas producciones que no se difundían tan ampliamente en los medios masivos.
Los
flyers se tomaban cual reliquia a perseguir en los puntos de convergencia. Las fiestas se convirtieron en una experiencia mucho más amplia de lo que habían sido hasta entonces, con todo y su gran sentido de incertidumbre, pues para aquellos días la constantes cancelaciones de eventos era algo común. Productoras ya perdidas en el olvido como Goa Sound´s o Sonikal, habían caído en el descrédito de quienes con fe ciega adquirían boletos vendidos en sitios poco comunes, como las tiendas de la susodicha marca de ropa que desde entonces se asociaría con la estética
psy-raver. La primera generación de
lives nacionales alcanzó su gloria etérea en el
dance-floor, cuando aún se escuchaban tracks como
Super marihuano bross (
Shove vs
Barak)
o El Santo (
D-Tec) sin tantos prejuicios. Las hoy tan "fastidiosas"
Cities of the future (
Infected Mushroom),
Juice (
GMS) e
I Wish (en el remix donde
Skazi consagraría en himno las vocales de Erez), fuéron tracks capaces de convocar desde pequeños círculos de amigos (novatos que se juntaban para escuchar sus recientes descubrimientos musicales) , hasta las más grandes múltitudes que hoy día se siguén congregando en las presentaciones de estos artistas.
Mexican Trance Mafia,
Quetzsound y
Sharigrama comenzaron a ser tan aclamados como cualquier
live internacional.
Las grandes innovaciones habrían de venir de producciones más comprometidas/azarosas por parte de los organizadores;
Time and Space y
Mikology se convirtieron en paradigmas de la organización de fiestas. Decoraciones sofisticadas, amplios
line-ups con
lives reconocidos, locaciones paradisiacas y la tremenda aventura de
Kuira con su
rave impensable hasta entonces de 3 días, era algo que ni el Goa Sounds había logrado concretar. Un saldo de 5 muertos en la carretera sería el cierre propagandístico más triste para una productora tan prolífica, entre cuyos méritos puede sumarse el nacimiento de
Deliria, la gran precursora de la decoración temática y de calidad.
Maia y sus ya clásicos festivales, que sumados a la edición de compilaciones y albums, terminaría por consolidarse como un pilar y referente de la escena electrónica nacional.
Ommix es mención a parte, no solo por haberse mantenido hasta hoy como una de las productoras con más veracidad y legitimidad dentro del público
raver, sino por ser ejemplo del modelo aspiracional para muchos de los candidatos a la organización de fiestas; su visión empresarial fue la que la hizo despegar desde las quejas de los asistentes hacía la seguridad exesivamente dura y abusiva, hasta los pases anuales y los eventos
VIP.
Ésto último me conduce a un tema un tanto espinoso, que por aquellos entonces era motivo fuerte de polémica en las redes y comunas virtuales, la cuestión del acceso a las fiestas: el salto o la preventa. Aquí es cuando me doy cuenta de la imposibilidad de armar un relato fuera de la experiencia personal, pues aún cuando es notoria la enemistad entre ambas posturas, no puedo sino hablar desde los matices del punto medio. Mi primer rave, mi primer boleto e irónicamente mi primer portazo; cuando mis $100.oo pagados en la taquilla por un triste papelito foliado, terminaron en miedo y adrenalina exponenciados por una multitud de jóvenes desesperados tras un montículo de nopales y piedras, láminas viejas cubriendo nuestras cabezas, repeliendo los macanazos y el terror del gas lacrimógeno a lo lejos; !juntense banda! fue lo último que recuerdo haber escuchado, lo demás son imágenes borradas por el polvo levantado en una infinidad de piernas corriendo hacía lo que parecía un escenario oculto tras las casas de campaña distribuidas cual obstáculos flexibles. Fue ahí cuando me dí cuenta de que era diferente, que no se parecía a ningún evento de música al cual hubiera asistido antes, mi exaltación inmadura ante el fuego cadeneante, un cielo abierto a la negra inmensidad y Rinkadink violando mis oídos. La burbuja viviente de público extasiado, donde todos se transmitían mutuamente la alegría de brincar y bailar, parecía algo que se conquistaba, algo a lo que todos deberiamos acceder por derecho; para mí la experiencias con los saltos, siempre fue algo más que simples actos de vandalismo e inconsecuencia,implicaban la aventura heroica que se pagaba cuando los ahorroros habían sido insuficientes, más aún, eran la exposición desmesurada al riesgo de la fiesta. Lo que me quedó de aquella temporada, entre raspones, amistades efímeras y largas caminatas, fue el sentimiento de haberme ganado el derecho a bailar en todos y cada uno de aquellos sets que me iluminaban el espíritu. Las cosas cambiarian diametralmente con los primeros pases preferenciales, que no eran más que simples tarjetas holográficas que reducian el costo fiesta a fiesta, además del trato supustamente preferencial que no desembocaba más que en playeras mal impresa con el logo del rave.
Del marginado al brazalete bonito, la perspectiva ignorada de lo que nunca se quizo aceptar, las decenas de jóvenes golpeados y maltratados por seguridad para nada profesional, la dificultad que implicaba acceder a las fiestas aún con ticket de preventa a la mano. Las casacas numeradas fueron una buena apuesta dedicada a la integridad de los asistentes, pero las cosas no funcionan así; de todos era sabido la venta y reventa de drogas por parte de los emisarios de seguridad. Más aún los dealers se exhibieron siempre como entidades glamurosas, oráculos a conectar para el deleite de la realidad psicodélica. De mi primer toké a mi primer candy-flip, la intoxicación como segundo tema espinoso, mortífero y propagador de fuertes enemistades; reproche absoluto de medios y padres mochos ...